martes, 27 de febrero de 2018

Medicar o Curar

Evasión o Victoria

El fin de semana pasado tuvo lugar la IV Reunión Anual de la Asociación Aragonesa de Neuropsicología, bajo el lema: "Neuropsicología de los Trastornos Mentales"
En mi página Web he hecho una reseña sobre la misma, por lo que no voy a volver a comentar aquí el contenido de las ponencias.
En su lugar voy a hablar de un tema que me preocupa más y que me dejó un sabor agridulce durante la primera parte de las susodichas Jornadas: el valor que se le atribuye a la medicación en el tratamiento de los trastornos mentales.


¿No te ha ocurrido en alguna ocasión que ves algo que es claramente de un color y la persona que habla lo ve de un color completamente distinto? Es lo que me pasa a mí cuando oigo hablar o leo artículos sobre lo maravillosa que es tal medicación o tal otra para tratar un trastorno psicológico.
Mi experiencia clínica me dice todo lo contrario. A mi consulta acuden personas sobre-medicadas, con tratamientos farmacológicos que duran décadas, con medicación que no coincide con el diagnóstico -suponiendo que alguien les haya hecho un diagnóstico, lo que no es habitual-. Ninguna de las personas que acude ha sido curada por la medicación y en la mayoría de los casos la medicación suele estar suponiendo un problema que hace más difícil el tratamiento y la cura.

A veces he pensado que la gente que llega a mi consulta es aquella a la que no le ha hecho efecto la medicación y debe haber un porcentaje muy alto de  personas que sí han curado los psicofármacos. Pero cuando hablo con otros compañeros me comenta lo mismo que veo yo. Además, hablando con mis clientes o a través de amigos y conocidos -cuando te presentas en cualquier reunión social como psicólogo tardas cinco minutos en recibir otras tantas consultas sobre "por qué me siento así"- se conocen cantidad de casos similares: personas que han cronificado la medicación, pero mantienen el problema y ya no pueden dejar los fármacos (sea por el efecto rebote, por el miedo a dejarla o por pura adicción).

En las susodichas jornadas una psiquiatra presentó varios estudios que indicaban el "poco" daño cognitivo que producían los psicofármacos.
No dudo de la validez de dichos estudios, pero creo que lo más importante sobre ellos es que reconocen que los psicofármacos causan daño cognitivo, aunque sea "poco" (vuelvo a poner el "poco" entre comillas porque en algunos casos no me pareció un daño insignificante en absoluto).
Por otra parte, según mi experiencia clínica, no curan, solo suponen un parche temporal, que enseguida se agota.

Por eso, me preocupa la rapidez y facilidad con la que en este país se prescribe un tratamiento farmacológico, sin plantear a la persona que lo recibe los muchos problemas que conlleva, los efectos secundarios que produce, el peligro que entraña cronificarlo y lo poco efectivo que resulta a la larga.

No digo que no haya que medicar en los casos de trastornos psicológicos, pero, desde mi opinión, siempre debe ser un tratamiento planificado a corto plazo, con un objetivo concreto -superar una situación o poder realizar una terapia- y adecuado a un diagnóstico clínico real.


lunes, 12 de febrero de 2018

¿Cuándo termina una terapia?

La demanda terapéutica

En algunos otros artículos he hablado sobre la demanda terapéutica y la importancia que tiene en la psicoterapia, dando por hecho en todo momento que es un concepto asimilado y entendido, pero, recapacitando sobre el tema, me ha parecido que necesitaba una reflexión más profunda. De ahí este texto.


La demanda terapéutica es la petición que le hace el cliente al psicólogo al iniciarse el tratamiento. Esta demanda en ocasiones es formulada directamente y otras de forma indirecta. Pondré ejemplos.

Demandas directas:
  • He dejado una relación (o me han dejado) y sigo sufriendo: quiero que pare este dolor.
  • Cuando me angustio siento un dolor (de cabeza, de estómago, dificultad de tragar, etc.) y quiero dejar de padecerlo.
  • Sin razón aparente estoy todo el día triste, sin ganas de hacer nada, apagado y quiero que esta situación termine.
  • Si salgo de casa (o estoy en sitios muy concurridos) siento una angustia insoportable y deseo que cese y poder hacer una vida normal.
  • Nuestra relación no funciona y necesitamos ayuda.
  • Quiero ser más extrovertido.
Demandas indirectas:
  • He perdido a un ser querido y no soy capaz de pasar página.
  • He sido yo quien ha cortado con mi pareja, me he enterado que ha empezado otra relación y tengo celos que me obsesionan.
  • No entiendo por qué me siento vacío.
  • Estoy sufriendo acoso (en el trabajo, en la escuela, en la universidad) y no sé cómo afrontarlo.
Habría muchísimos más ejemplos, pero supongo que con estos ya hay muestra suficiente.
La demanda siempre suele corresponder con la necesidad de que un sufrimiento desaparezca o se atenúe, que el terapeuta convertirá en el tratamiento de unos síntomas y sus causas.

Una pregunta que siempre debería hacer un terapeuta a su cliente es: ¿Deseas sanar solo esta sensación actual o trabajar para prevenir que nunca más vuelva a ocurrir? Según la respuesta el trabajo es muy distinto, ya que habrá que trabajar con causas más profundas o situaciones más actuales.

En todo caso, la labor del terapeuta termina cuando la demanda se cumple y su trabajo no debe ir más allá, a no ser que durante la terapia se modifique o amplíe la demanda (cosa que suele ocurrir con frecuencia), pero en cuyo caso es cambio debe ser formulado de forma explícita y acordada entre las dos partes.

Así pues una terapia termina cuando:
  • Se alcanza la demanda terapeuta
  • Si tras un tiempo lógico no se ha llegado a cumplir (ver el artículo "Esta terapia se me hace eterna")
  • Si el psicólogo no se ve capacitado para cumplir la demanda y deriva al cliente a otro psicoterapeuta.
  • Si el cliente decide dejar el tratamiento.
Por lo tanto, si vas al psicólogo ten clara cuál es tu demanda terapéutica y su alcance, pregúntale periódicamente cómo se está desarrollando el cumplimiento de dicha demanda y, como digo siempre, si crees que no avanzas en el camino adecuado o a la velocidad adecuada: confronta a tu psicólogo.