jueves, 19 de mayo de 2022

Cambiando mis creencias

Nuestras emociones dependen de lo que creemos

Es muy habitual, dentro de un tratamiento psicológico, trabajar con el sistema de creencias de un cliente como un método para mejorar su respuesta emocional ante la vida.

Puede parecer que no tiene mucho que ver, pero si lo piensas un poco te darás cuenta de que las personas que reaccionan de una forma emocional diferente a la tuya es porque tienen otras creencias. Te puedo poner unos cuantos ejemplos:
  • Si una persona piensa que la naturaleza tiene una gran belleza intrínseca o que la naturaleza es un "milagro", ante una puesta de sol, un paisaje frondoso o una montaña escarpada, se emocionará. Por otro lado, si una persona piensa que la naturaleza es fruto del puro azar y que no tiene nada especialmente sorprendente porque son leyes físicas las que rigen su formación difícilmente podrá contemplar alguno de los anteriores paisajes con alga más que indiferencia.
  • Creer que toda buena acción debe tener su recompensa conlleva tristeza cuando somos defraudados por amigos, familiares o nuestro prójimo en general, mientras que ver a las personas desde un punto de vista más cínico o considerar a todo el mundo egoísta por naturaleza permite tomarse con cierta indiferencia las reacciones indeseadas de los demás.
  • Si consideramos que el mundo es justo, podemos explotar de rabia cuando nos ponen una multa no justificada, cuando hacienda nos pide una revisión o simplemente cuando nos cobran mal en un establecimiento, por el contrario, considerar que todo el mundo se equivoca, nos hace ser menos emocionales ante las "injusticias" del mundo.

Llevo un tiempo trabajando con una clienta para ayudarle a crear un nuevo sistema de creencias que la haga más resistente a los altibajos emocionales. Ha hecho un excelente trabajo y le he pedido permiso para publicarlo en este blog. 
He hecho algunos ligeros cambios para hacer el sistema de creencias más general, pero es básicamente el que ha creado ella.
Se basa en cuatro creencias principales, cada una con cuatro subcreencias secundarias (aspectos importantes de la creencia principal a los que prestar especial atención).
  1. Soy capaz:
    1. Puedo decidir por mí mismo.
    2. No necesito la aprobación de los demás.
    3. Soy capaz de reaccionar ante el error.
    4. Mi valor no depende de lo productivo que sea.
  2. La perfección y el control excesivo me llevan a la autodestrucción y al conflicto:
    1. No existe decisión perfecta, sino la que creo que es la correcta en ese momento.
    2. No pasa nada si me equivoco.
    3. Confío en mi cuerpo.
    4. Dar muchas vueltas a las cosas no las soluciona.
  3. Yo soy mi prioridad:
    1. Puedo ayudar a los demás, siempre que no me perjudique a mí.
    2. Mi valor no depende de lo que opinen los demás.
    3. No necesito justificarme.
    4. Puedo decir no.
  4. El mundo es injusto:
    1. Acepto que no siempre se cumplirán mis expectativas.
    2. Acepto que no puedo cambiar a los demás.
    3. Puedo aceptar que los demás no me entiendan ni estén de acuerdo conmigo.
    4. Lo hago porque quiero, no por tener una recompensa.
Creo que es un sistema de creencias muy generalizable y que puede ser útil para muchas personas, por eso he querido publicarlo.

En otro artículo explicaré como implantar nuevas creencias (y como extinguir las anteriores), pero el primer paso es crear un sistema de creencias con que el estemos de acuerdo y nos parezca coherente. Partiendo de este y particularizándolo para las necesidades específicas de cada persona tenemos la mitad del trabajo hecho.




miércoles, 18 de mayo de 2022

El diagnóstico en psicología

 

¿Por qué no me dices lo que me pasa?

Te imaginas ir al médico con un problema y que el médico te extienda una receta sin explicarte lo que te pasa. Que ni siquiera te auscultara o mirase la parte afectada.
Supongo que no te conformarías sin más. Cómo mínimo preguntarías qué cree que tienes.

Sin embargo a los profesionales de la salud mental se lo consentís. Les contáis vuestros problemas, os escuchan un rato, quizás os hagan algunas preguntas, y sin hacer un diagnóstico empiezan un tratamiento.

Hay muchos psicólogos que dicen que hacer un diagnóstico es poner etiquetas y que eso es estigmatizante para la persona.
Y yo pienso que si el propio psicólogo piensa así cómo vamos a evitar encontrarnos con personas que sienten vergüenza por ir al psicólogo, como si eso fuera algo humillante: "mi cerebro no funciona". Con esas actitudes convertimos la salud mental en la nueva lepra.

Un diagnóstico ayuda a la persona a entender su problema y guía al profesional en la solución del mismo, sin dar palos de ciego.
Un diagnóstico no es una etiqueta, es una explicación de la etiología del problema.
Un diagnóstico no se consigue con cuatro preguntas, se realiza con instrumentos psicométricos (vamos, con test y cuestionarios) y con una entrevista diagnóstica, que aunque sea libre conlleva una serie de cuestiones más o menos estructuradas.

Hoy en día, la técnica de la electroencefalografía cuantitativa nos ayuda a hacer un diagnóstico muy fiable y objetivo, sin menos sesgos que los sistemas clásicos, que no obstante siguen siendo perfectamente válidos. Puedes saber más sobre esta técnica en este artículo.

Un diagnóstico tiene que ser específico y referirse a una etiqueta diagnóstica estándar. En psicología hay dos: CIE-10 y DSM-V.
Un diagnóstico tiene que realizarse a varios niveles. Al menos el externo y visible (el síntoma) y el interno y desencadenante (la personalidad subyacente).

Si vas a ir al psiquiatra o al psicólogo, o estás yendo, exige tu diagnóstico.