miércoles, 14 de noviembre de 2018

Psicoterapia contra psicofarmacología

La incongruencia del sistema sanitario europeo

Aunque siempre se ha dicho que España es diferente, en cuanto a la tendencia del sistema público sanitario en el enfoque de los casos de ámbito psicológico, tanto en España como en Europa se sigue la misma tendencia: tratarlos preferentemente con fármacos antes que con terapia.


A finales de la década pasada en un estudio realizado en España, incluyendo ámbitos público y privado, se mostraba que aproximadamente el 35% de los casos de trastornos psicológicos se trataban exclusivamente con farmacología, el 30% con un tratamiento mixto de terapia y medicación y solo un 5% se abordaba solo con terapia.

Y esto considerando el tratamiento público y privado en conjunto, si nos centramos solo en el ámbito público los números a favor del tratamiento farmacológico frente a la terapia psicológica son aún más extremos.

Otro estudio realizado en España muestra que más del 50% de los tratamientos psicofarmacológicos duran más de un año. Algo inadecuado, por el alto riesgo de este tipo de tratamientos, así como por los problemas de recaídas debidos a la propia medicación.


Todo esto contrasta con lo que los estudios consideran más óptimo en el tratamiento de los problemas de índole psicológico.

Un estudio realizado en 2011 por el NICE (The National Institute for Health and Care Excellence; Instituto Nacional de Salud y Cuidados de Excelencia) considera que en los trastornos de ámbito psicológico la terapia debería ser siempre el primer tratamiento de elección y que independientemente de la gravedad del caso nunca se debería realizar un tratamiento psicofarmacológico sin una terapia de apoyo.

Dentro de este campo hay varios estudios que muestran que la terapia psicológica es más efectiva que el tratamiento farmacológico en los trastornos depresivos y de ansiedad.


Así pues vivimos en un sistema sanitario, sobre todo en el ámbito público, que contradice lo que los estudios muestran: que hay que dar prioridad a la terapia en cualquier tratamiento de ámbito psicológico.




miércoles, 7 de noviembre de 2018

Las cualidades de un buen psicólogo

Psicología: ¿arte o ciencia?

Hace unos días leí un artículo que revisaba diferentes estudios realizados sobre los psicólogos. En diferentes ocasiones se han realizado trabajos de investigación para determinar qué corrientes psicológicas tienen mejores resultados y, a raíz de ellos, se ha empezado a estudiar qué características de un psicólogo lo hacen más eficaz.

Me ha parecido interesante resumir algunos puntos de ese artículo en este blog, que a fin de cuentas versa sobre la elección de psicólogo.
No obstante, quería reivindicar antes de nada, que la psicología es una ciencia y aunque muchas de las características que se citan a continuación son cualidades personales que podríamos catalogar como artísticas, eso no niega la necesidad de ser fiel a la base teórica de la disciplina. Poniendo un símil, un arquitecto puede ser un artista, pero si se le caen los edificios de poco habrá servido su estética.




Las características que este estudio considera primordiales en un psicólogo son: escucha, creatividad, intención, poesía y latidos. Algunas son evidentes, otras requieren cierta explicación.

La cualidad que citaba en primer lugar y que yo también considero de las más esenciales es la escucha. No todo el mundo sabe escuchar. La mayoría de las personas parece que escuchan, pero mientras su interlocutor habla ya están preparando la réplica de lo que van a contestar. Un psicólogo debe escuchar comprendiendo, sin realizar juicios sobre lo que oye, aceptando al otro. La escucha es una de las partes más importantes de nuestra profesión, pues nos da la información que necesitamos para entender a nuestro cliente y poder ayudarle.

La creatividad en el ejercicio de la psicología es necesaria por una razón evidente: no hay dos personas iguales. Por lo tanto, aunque nuestro marco teórico nos dé las pautas de cómo proceder, la habilidad de adaptar dichas pautas a cada caso concreto requiere de creatividad y flexibilidad.

La intención se refiere al deseo y el esfuerzo que pone el psicólogo en que su cliente mejore. Para que una persona se cure de un problema psicológico necesita hacer un trabajo y un esfuerzo y esa tarea no puede realizarla el psicólogo por él. Pero lo que sí puede es motivarlo, moverlo a la acción, animarlo y acompañarlo. Eso requiere una dedicación y atención centrada en cada persona y una concienciación del profesional de que su cliente va a mejorar. Tenemos que creer en nuestros clientes para que ellos crean en nosotros.

Si a un psicólogo se le pide poesía no quiere decir que tengamos que ser poetas, sino que pensemos que nuestras palabras harán más efecto cuando se dirigen a la emoción que si se dirigen solo a la cognición. Para curar tenemos que llegar a la parte emocional de nuestro cliente y aunque lo hagamos con técnicas de corte cognitivo, no podemos olvidar que nuestras palabras deben conmover y motivar.

Los latidos en este contexto se refieren al acompasamiento entre el cliente y el psicólogo. Es una forma poética, siguiendo con el espíritu del párrafo anterior, de decir que ambos son humanos, que comparten emociones y que el psicólogo ni puede ser indiferente a las de su cliente ni puede dejarse arrastrar por ellas, si conectan con las propias.



Como resumen podíamos concluir que un psicólogo debe saber escuchar con la cabeza y el corazón e, igualmente, hablar a la mente y al corazón, adaptarse a las necesidades y demandas de su cliente, implicarse en su curación y empatizar con él sin dejarse llevar por sus propias emociones.



sábado, 24 de marzo de 2018

¿Para curarse hay que sufrir?

Los distintos tipos de psicoterapia

El otro día una amiga me llamó por teléfono porque lo estaba pasando muy mal con su terapia y quería saber si eso era normal. Esta amiga ha empezado una terapia hace un par de meses y me comenta que sale fatal de las sesiones, habiéndolo pasado mal durante las mismas y, en ocasiones, sufriendo aún más después, llegando a durarle esa sensación varios días en algunos casos.

La respuesta a su pregunta no es fácil. Primero, porque cada tipo de terapia es distinta entre sí. Segundo, porque cada tipo de persona siente las cosas de forma distinta. Tercero, porque "cada maestrillo tiene su librillo", es decir, cada terapeuta lleva a la práctica su marco teórico de una forma distinta.

Sin embargo, voy a intentar dar unas pautas generales sobre el sufrimiento en la terapia y aprovechar para hablar algo más sobre marcos teóricos, que es algo que comento a menudo, pero sobre lo que no he profundizado.

Una de mis premisas de trabajo es que cada terapeuta debe adaptarse a la demanda del cliente y a su momento actual. El psicólogo debe tener un plan de trabajo, que conduzca a la curación de su cliente, pero ese camino no está escrito a fuego, sino que debe adaptarse a las necesidades del cliente, tanto las generales como las inmediatas.
Si un cliente llega un día con un problema personal acuciante igual no es el momento de usar una técnica que profundice en sus inseguridades y es mejor dedicar esa sesión a hacer contención (ayudar a la persona a liberar sus emociones para que se sienta mejor) o utilizar técnicas auxiliares (relajación, parada de pensamiento, modelado).
Eso no es perder el rumbo, sino tomarse un pequeño descanso en el camino, para tratar puntualmente el aquí y el ahora del cliente. Otra cosa es que el cliente venga mal todos los días y eso dificulte el avance de la terapia de forma continuada. En ese caso hay que hablar con él y buscar soluciones compartidas que permitan continuar por la senda hacia la curación y no perderse eternamente en poner parches.

Por otra parte, si el cliente sale mal de todas las sesiones y no ve como ese dolor le lleva hacia su sanación, es muy probable que termine dejando la terapia. Eso significa que el psicólogo no ha hecho bien su trabajo, pues no ha estado atento a las necesidades de su cliente. Ningún psicólogo es infalible, todos somos humanos y podemos equivocarnos, por eso yo siempre les pido a mis clientes que si ven que si se han quedado mal en una sesión o si lo han pasado mal después de la sesión por algo que se ha trabajado en la mismo, me lo digan, para que podamos gestionar juntos ese sufrimiento.

Pero concretando: ¿se debe sufrir en terapia?
La respuesta general sería: , pero debería ser un sufrimiento controlado y pactado.
Usando el símil de comparar los problemas psicológicos con una herida, a nadie le extraña que para curarla el sanitario deba abrirla, limpiarla y desinfectarla y que eso produce un cierto dolor. Pero un buen sanitario avisará antes de cada proceso, explicando qué molestias sentirá la persona en cada fase. Los psicólogos deberían proceder igual: vamos a tener que hurgar en la herida para poder curarla y eso duele, pero el cliente debe entender cómo cada fase de sufrimiento lo acerca a su curación.

Además, no con todos los marcos teóricos se sufre lo mismo. Hay técnicas más emocionales, que remueven más la herida y producen más dolor, mientras que otras técnicas más cognitivas son más cuidadosas y afectan menos (siempre debe haber algo de sufrimiento, porque a fin de cuentas hay una herida que curar). Lo ideal es usar con cada persona la técnica que mejor se le adapte, pero también la que pueda soportar.

Si pusiera en una escala las técnicas de menos dolorosas a más dolorosas mi valoración sería (advierto que se trata de un criterio plenamente subjetivo y que también depende mucho de la forma en la que el terapeuta las aplique):
  • Conductismo
  • Cognitivo-Conductual
  • PNL
  • Existencial
  • Gestalt
No he incluido otras técnicas, que otros compañeros usan de marco teórico, por considerar que no tienen una base consistente para ser algo más que técnicas puntuales y no una marco teórico completo o por considerarlas obsoletas. También debo aclarar que tanto la cognitivo-conductual como la existencial tienen muchas variantes, así que has podido conocerlas por otros nombres.


martes, 27 de febrero de 2018

Medicar o Curar

Evasión o Victoria

El fin de semana pasado tuvo lugar la IV Reunión Anual de la Asociación Aragonesa de Neuropsicología, bajo el lema: "Neuropsicología de los Trastornos Mentales"
En mi página Web he hecho una reseña sobre la misma, por lo que no voy a volver a comentar aquí el contenido de las ponencias.
En su lugar voy a hablar de un tema que me preocupa más y que me dejó un sabor agridulce durante la primera parte de las susodichas Jornadas: el valor que se le atribuye a la medicación en el tratamiento de los trastornos mentales.


¿No te ha ocurrido en alguna ocasión que ves algo que es claramente de un color y la persona que habla lo ve de un color completamente distinto? Es lo que me pasa a mí cuando oigo hablar o leo artículos sobre lo maravillosa que es tal medicación o tal otra para tratar un trastorno psicológico.
Mi experiencia clínica me dice todo lo contrario. A mi consulta acuden personas sobre-medicadas, con tratamientos farmacológicos que duran décadas, con medicación que no coincide con el diagnóstico -suponiendo que alguien les haya hecho un diagnóstico, lo que no es habitual-. Ninguna de las personas que acude ha sido curada por la medicación y en la mayoría de los casos la medicación suele estar suponiendo un problema que hace más difícil el tratamiento y la cura.

A veces he pensado que la gente que llega a mi consulta es aquella a la que no le ha hecho efecto la medicación y debe haber un porcentaje muy alto de  personas que sí han curado los psicofármacos. Pero cuando hablo con otros compañeros me comenta lo mismo que veo yo. Además, hablando con mis clientes o a través de amigos y conocidos -cuando te presentas en cualquier reunión social como psicólogo tardas cinco minutos en recibir otras tantas consultas sobre "por qué me siento así"- se conocen cantidad de casos similares: personas que han cronificado la medicación, pero mantienen el problema y ya no pueden dejar los fármacos (sea por el efecto rebote, por el miedo a dejarla o por pura adicción).

En las susodichas jornadas una psiquiatra presentó varios estudios que indicaban el "poco" daño cognitivo que producían los psicofármacos.
No dudo de la validez de dichos estudios, pero creo que lo más importante sobre ellos es que reconocen que los psicofármacos causan daño cognitivo, aunque sea "poco" (vuelvo a poner el "poco" entre comillas porque en algunos casos no me pareció un daño insignificante en absoluto).
Por otra parte, según mi experiencia clínica, no curan, solo suponen un parche temporal, que enseguida se agota.

Por eso, me preocupa la rapidez y facilidad con la que en este país se prescribe un tratamiento farmacológico, sin plantear a la persona que lo recibe los muchos problemas que conlleva, los efectos secundarios que produce, el peligro que entraña cronificarlo y lo poco efectivo que resulta a la larga.

No digo que no haya que medicar en los casos de trastornos psicológicos, pero, desde mi opinión, siempre debe ser un tratamiento planificado a corto plazo, con un objetivo concreto -superar una situación o poder realizar una terapia- y adecuado a un diagnóstico clínico real.


lunes, 12 de febrero de 2018

¿Cuándo termina una terapia?

La demanda terapéutica

En algunos otros artículos he hablado sobre la demanda terapéutica y la importancia que tiene en la psicoterapia, dando por hecho en todo momento que es un concepto asimilado y entendido, pero, recapacitando sobre el tema, me ha parecido que necesitaba una reflexión más profunda. De ahí este texto.


La demanda terapéutica es la petición que le hace el cliente al psicólogo al iniciarse el tratamiento. Esta demanda en ocasiones es formulada directamente y otras de forma indirecta. Pondré ejemplos.

Demandas directas:
  • He dejado una relación (o me han dejado) y sigo sufriendo: quiero que pare este dolor.
  • Cuando me angustio siento un dolor (de cabeza, de estómago, dificultad de tragar, etc.) y quiero dejar de padecerlo.
  • Sin razón aparente estoy todo el día triste, sin ganas de hacer nada, apagado y quiero que esta situación termine.
  • Si salgo de casa (o estoy en sitios muy concurridos) siento una angustia insoportable y deseo que cese y poder hacer una vida normal.
  • Nuestra relación no funciona y necesitamos ayuda.
  • Quiero ser más extrovertido.
Demandas indirectas:
  • He perdido a un ser querido y no soy capaz de pasar página.
  • He sido yo quien ha cortado con mi pareja, me he enterado que ha empezado otra relación y tengo celos que me obsesionan.
  • No entiendo por qué me siento vacío.
  • Estoy sufriendo acoso (en el trabajo, en la escuela, en la universidad) y no sé cómo afrontarlo.
Habría muchísimos más ejemplos, pero supongo que con estos ya hay muestra suficiente.
La demanda siempre suele corresponder con la necesidad de que un sufrimiento desaparezca o se atenúe, que el terapeuta convertirá en el tratamiento de unos síntomas y sus causas.

Una pregunta que siempre debería hacer un terapeuta a su cliente es: ¿Deseas sanar solo esta sensación actual o trabajar para prevenir que nunca más vuelva a ocurrir? Según la respuesta el trabajo es muy distinto, ya que habrá que trabajar con causas más profundas o situaciones más actuales.

En todo caso, la labor del terapeuta termina cuando la demanda se cumple y su trabajo no debe ir más allá, a no ser que durante la terapia se modifique o amplíe la demanda (cosa que suele ocurrir con frecuencia), pero en cuyo caso es cambio debe ser formulado de forma explícita y acordada entre las dos partes.

Así pues una terapia termina cuando:
  • Se alcanza la demanda terapeuta
  • Si tras un tiempo lógico no se ha llegado a cumplir (ver el artículo "Esta terapia se me hace eterna")
  • Si el psicólogo no se ve capacitado para cumplir la demanda y deriva al cliente a otro psicoterapeuta.
  • Si el cliente decide dejar el tratamiento.
Por lo tanto, si vas al psicólogo ten clara cuál es tu demanda terapéutica y su alcance, pregúntale periódicamente cómo se está desarrollando el cumplimiento de dicha demanda y, como digo siempre, si crees que no avanzas en el camino adecuado o a la velocidad adecuada: confronta a tu psicólogo.


martes, 23 de enero de 2018

¿Puede hacer daño un psicólogo?

La buena y la mala psicología

El otro día estaba hablando con una amiga sobre psicología clínica y me preguntó si un psicólogo podía, con una mala intervención terapéutica, dañar a un cliente.
Creo que es la primera vez que me hacen esa pregunta y me hizo reflexionar, así que he considerado que sería interesante escribir sobre ello.


Pero antes de seguir con este texto debo copiar un artículo del código deontológico del psicólogo:

Artículo 22º
Sin perjuicio de la crítica científica que estime oportuna, en el ejercicio de la profesión, el/la Psicólogo/a no desacreditará a colegas u otros profesionales que trabajan con sus mismos o diferentes métodos, y hablará con respeto de las escuelas y tipos de intervención que gozan de credibilidad científica y profesional.

El artículo 22 tiene su lógica, ya que las razones para que un profesional hable mal de otro pueden derivar de cuestiones no demasiado profesionales. No obstante, debería contemplar la excepción del mal uso evidente del ejercicio de la profesión.
Por ello, en este texto voy a hablar sobre generalidades y no plantear casos concretos, que los habría.

A mi consulta han llegado bastantes personas que han pasado por terapias previas. En casi todos los casos comentan que de algo les sirvió, pero que al terminar la terapia no estaban mucho mejor que cuando empezaron. Cuando les preguntas a esos clientes cuánto tiempo duró dicha terapia, en ocasiones, te hablan de dos años o más.
En un artículo reciente comentaba que la media de las sesiones para curar un trastorno psicológico en España era de 23. Sé que es de perogrullo, pero dejadme incidir en que dos años de tratamiento es mucho más de 23 sesiones.
En el mismo artículo comentaba que el coste medio de una sesión de psicoterapia en España es de poco más de 60 €, si consideramos dos años de terapia a unas cuarenta sesiones al año suponen un mínimo de 4.800,00 € por un tratamiento que no ha dado resultado.

Así que volviendo a la pregunta que me hacía mi amiga, en mi opinión uno de los peores daños que hace una mala terapia es perjudicar a la profesión y hacer pensar a las personas que necesitarían tratamiento psicológico que los psicólogos son charlatanes que no curan.
Las personas que han pasado por un par de terapias sin éxito y sin que el terapeuta se haga responsable del fracaso acaban perdiendo la fe en la psicología. O lo que es peor, pensando que su problema no tiene solución.

Eso es algo que también he oído en alguna ocasión: "acabé la terapia porque el profesional que me trataba me dijo que lo mío no tenía remedio".
Esto sí que hace daño. Convencer a la persona de que su problema es tan especial que no puede ser curado en vez de confesar la ineficacia del profesional en un caso concreto es una muestra de cómo un psicólogo puede hacer daño.

Ya lo he dicho en muchos otros artículos, pero lo repetiré una vez más, si crees que el profesional que te atiende no está haciendo bien su trabajo: confróntalo. Y si aún así no estás convencido pide una segunda opinión.





martes, 16 de enero de 2018

Esta terapia se me hace eterna

¿Cuánto debe durar una terapia?

En un artículo anterior comentaba que el código deontológico del psicólogo indica que éste debe abandonar una terapia y derivar a otro profesional a un cliente que no haya podido curar en un plazo razonable. Sin embargo, como en dicho código no se especifica qué es un plazo razonable el contenido de dicho artículo queda vacío.

Afortunadamente los propios psicoterapeutas acuden al rescate de la mano de un artículo publicado por el COP (Colegio Oficial de Psicólogos de España) basado en una macro entrevista a psicólogos españoles.


En dicha encuesta se inquiría sobre diferentes aspectos del ejercicio de la psicoterapia, que nos proporcionan, al menos, una base sobre la que interpretar el ejercicio profesional de la psicología clínica en España.

Aunque dicha encuesta presenta bastantes datos interesantes voy a centrarme en este artículo en los que tienen que ver con la duración de la terapia.

La media de sesiones, sin incluir las de diagnóstico, desde que empieza un tratamiento hasta que se le da el alta al paciente es de 23 sesiones. La misma encuesta indica que en el 70% de los casos hicieron falta 30 sesiones o menos hasta dar el alta.
Si se tratara de una sesión a la semana estaríamos hablando de 6 meses de media y menos de 7 meses para la mayoría de los casos.
Pero como no siempre se puede hacer una sesión a la semana la propia encuesta plantea la duraciones típicas de los tratamientos, siendo 11 meses de media y 12 o menos meses en el 70% de los casos.

El otro día comentaba esta encuesta con un compañero y le parecía que estos tiempos eran exagerados. Estoy bastante de acuerdo con él, pero hay que tener en cuenta que cada marco teórico tiene su proceso y algunos son muy lentos, por lo que las medias de sesiones aumentan.

Vamos con el otro factor importante: el precio. La duración del tratamiento, sobre todo cuando la persona que acude está muy mal, es muy importante, pero para la economía doméstica el coste del tratamiento es primordial.
El precio medio por sesión es de 62 € y el coste más habitual de una sesión de psicoterapia es de 60 €.
Por otra parte, el precio promedio de un tratamiento, incluyendo el diagnóstico, es 805 €, pero el propio artículo dice que las diferencias son muy grandes entre los diferentes profesionales.
En el 50% de los casos el coste del tratamiento no superaba los 1000 €.

Si sois de ciencias como yo, o lleváis bien la economía doméstica, os daréis cuenta que los datos son completamente incongruentes. Si la media de tratamiento son 23 sesiones y la sesión vale 62 € el tratamiento medio debería ser 1.426 € más lo cueste el diagnóstico, no 805 €.
O alguien ha hecho mal las cuentas o más de uno ha mentido a la hora de dar sus precios. Esperemos que no hayan mentido mucho más.

Incongruencias a parte, los datos de duración del tratamiento podrían tomarse como una referencia para saber lo que debería extenderse una terapia. Hablar de 30 sesiones y 12 meses pueden ser datos adecuados para una terapia compleja que requiera bastante trabajo, por lo que para casos más simples puede considerarse una duración menor.





viernes, 5 de enero de 2018

¿Es algo físico o está en mi cabeza?

La somatización

Para empezar a escribir este artículo estaba tratando de recordar si alguno de los clientes que he tratado como psicólogo no padecía algún tipo de somatización. Y no lo consigo. No recuerdo ningún cliente que, de alguna forma, no tuviera alguna molestia física que al disminuir los problemas psicológicos no remitiera o disminuyera.

Y otra constante, aunque ésta no sea tan universal, es que casi todos ellos pensaban que tener asociado un dolor o molestia físico a su problema era algo que solo les pasaba a ellos.
También es habitual sentirse muy intranquilo ante la duda sobre si la molestia es de origen fisiológico o psicológico.

Lo que les digo a todos mis clientes es que primero hay que descartar un posible origen físico.
Recuerdo el caso de una persona -no se trataba de un cliente sino de un conocido- que se quejaba de molestias estomacales que solían coincidirle con momentos de estrés y tras muchos años de pruebas y visitas médicas descubrieron que estaba infectado con H. pylori (la bacteria responsable de la mayoría de las úlceras de estómago). Como esa persona no era mi cliente no puedo afirmarlo con rotundidad, pero seguramente los momentos de estrés debilitaban sus defensas y era cuando se acrecentaban las molestias ocasionadas por la bacteria, así que en su caso, como en muchos, era un problema en parte físico y en parte psicológico.

Pero cuando descartamos lo físico lo que queda es psicológico y eso es la somatización.
Para aquellos que las padecen voy a citar algunas que me he encontrado en mi vida, que creo pueden servir para que quien las padezca se dé cuenta que es un problema muy habitual y no implica una rareza especial:
  • Cefaleas y migrañas
  • Dolores de estómago
  • Dolores musculares y contracturas
  • Mareos
  • Nauseas
  • Fiebre (en ocasiones muy elevada)
  • Aftas bucales
  • Eccemas
  • Alopecia areata (por zonas)
  • Desmayos
Seguro que me dejo alguno más, pero estos serían los principales.

Casi todas las somatizaciones se pueden explicar por la vía de activación simpática, pero eso lo dejo para otro artículo.

En su lugar creo que es interesante comentar una técnica que puede ayudar a reducir la somatización (y también funciona con molestias de tipo orgánico). Se basa en una aplicación libre de las submodalidades de PNL y es bastante fácil.
Lo primero es darle entidad a la molestia, para ello debemos concentrarnos en ella y considerar si podemos atribuirle forma y sonido. En algunos casos nos será fácil, en otros difícil, pero en la medida de lo posible debemos imaginarla de un color chillón y un sonido estridente. Cuando tengamos la identificación plenamente realizada, es decir, sintamos la molestia y la veamos simultáneamente con el color chillón y el tono estridente, podemos empezar el ejercicio que consiste en convertirla en blanco y negro y bajarle el volumen. Tenemos que mantener la forma que le hemos dado y su sonido, pero le eliminamos el color y reducimos su intensidad sonora. Si se ha hecho bien la identificación notaremos como la molestia decrece, muchas veces llegando a desaparecer.
Espero que este ejercicio os sirva.





martes, 2 de enero de 2018

Iré al psicólogo cuando mi situación sea insoportable

¿Por qué en psicología no funciona la medicina preventiva?

Cuando abrí mi primera consulta de psicología entre los servicios que quise ofrecer estaban la psicología preventiva. ¿Por qué esperar a ir al psicólogo cuando estás tan mal que salir de casa es un esfuerzo insoportable?

Todos sabemos que las cosas no están yendo bien, sea en las relaciones familiares, en el trabajo o con nosotros mismos. Cada día nos cuesta un poco más levantarnos y afrontar la vida, hasta que un día ya no podemos más y nos "rompemos".
Entonces, ¿por qué esperar a estar terriblemente mal antes de ir a pedir ayuda a un profesional?


Una amiga que trabaja en mercadotecnia me comentó hace unos días que no solo era un problema de la psicología, que también en medicina costaba mucho promocionar la prevención. Sin embargo, muchos nos hacemos revisiones anuales y si notamos algo en nuestro cuerpo que no nos resulta normal consultamos con un médico, aunque no creamos que sea excesivamente grave.
En psicología esto no ocurre. Nadie va al psicólogo una vez al año para que le hagan una revisión. Muy pocos acuden cuando empiezan a notar los primeros síntomas de ansiedad o de vacío.

Y os aseguro que sería mucho mejor para todos. Para el cliente porque podría evitarse el malestar intenso que produce un trastorno en su apogeo y para el terapeuta porque nos resulta mucho más efectivo trabajar con alguien que no está abrumado por el sufrimiento.
Y una revisión anual con un psicólogo es casi lo mismo que una revisión médica: una primera entrevista, unos cuestionarios que se pueden rellenar en casa y una entrevista para comentar los resultados y contextualizarlos.

En psicología consideramos que una persona necesita ayuda si existe malestar significativo en alguna de la áreas de su vida. O dicho de otra forma que estamos siendo infelices, o hacemos infelices a otros, en algún ámbito (normalmente en varios).
Y es que, en lo referente a la mente, el malestar psicológico y la felicidad son opuestos. Uno de los mejores indicadores de que necesitamos -o vamos a necesitar- ayuda es que empezamos a sentirnos infelices (o que estamos haciendo infelices a los demás).

Si me aceptas un consejo: ¡No esperes para buscar ayuda! ¡Cuánto más tarde más cuesta mejorar y más infelicidad para ti y para los que te rodean!