miércoles, 23 de enero de 2019

La base de la psicoterapia moderna

La Regulación Emocional

Aunque se supone que la tendencia dominante en psicología hoy en día sigue siendo la terapia cognitivo conductual, la verdad es que cada vez más los psicólogos nos decantamos por otro tipo de aproximaciones terapéuticas que van más dirigidas a lo emocional que a lo cognitivo.
Eso no quiere decir que el cognitivo-conductual ya no funcione, sino que tratamos de hacer la terapia más eficiente y eficaz. Para lo cual tenemos que dirigirnos a la emoción antes que a la razón.
Vuelvo a recodar, una vez más, que una terapia no es un proceso indefinido, sino que debe estar encaminada a un objetivo que se cumpla en un plazo de tiempo razonable (podéis leer mi artículo: esta terapia se me hace eterna), por lo que es importante acudir a técnicas que la aceleren.


Hay una base neurológica que explica la efectividad de las técnicas emocionales frente a las puramente cognitivas.
Sin entrar en complejas explicaciones podemos simplificar diciendo que nuestra cognición reside en la corteza cerebral y nuestras emociones en el sistema límbico (y no en el hemisferio derecho como se cree popularmente), que está justo debajo de la corteza. La vía de conexión del sistema límbico a la corteza es como una autopista, mientras que la vía que conecta la corteza al sistema límbico es como una carretera secundaria. Así, el sistema emocional influye rápida y eficazmente en lo cognitivo, pero hace falta mucho trabajo cognitivo para modificar lo emocional.
Por ello tiene lógica utilizar técnicas terapéuticas que traten de mover directamente la parte emocional.


Y eso nos lleva a la regulación emocional.
Podíamos definirla como el proceso, controlado o automático, mediante el cual podemos influir en nuestras emociones, aumentando, manteniendo o disminuyendo nuestra respuesta emocional en cuanto a intensidad, duración, frecuencia y tipo de emociones que se manifiestan.
Hay que entender que todos tenemos un mecanismo de regulación emocional, pero eso no quiere decir que sea eficiente. Tanto la adecuada respuesta emocional como la inadecuada se deben a nuestro sistema de regulación emocional.

Como anécdota, ya que no voy a incidir sobre ello en este artículo, se considera que existen diez estrategias de regulación emocional:
  • aceptación
  • evitación conductual
  • distracción
  • evitación experiencial
  • supresión expresiva
  • atención plena
  • resolución de problemas
  • reevaluación
  • reflexión
  • preocupación
Entendida la definición resulta obvio que la regulación emocional tiene mucho que ver con los trastornos psicológicos habituales, pero como en ciencia hay que demostrarlo todo, se han realizado diversos estudios que han puesto de manifiesto la relación directa que existe entre la regulación emocional y trastornos como la depresión, la ansiedad o la salud en general (esto último habría que puntualizarlo atendiendo a otros estudios que relacionan el estado de ánimo con la protección de problemas orgánicos y dolorosos y, por otra parte, aludiendo a los trastornos psicosomáticos).

Trabajar la regulación emocional implica aprender a ser consciente de nuestras emociones reales, entendiendo los mecanismos de evitación que usamos para no enfrentarnos a ellas, y buscar la aceptación de las mismas que nos permita modificar las forma en las que las modulamos, hacia una respuesta más adaptativa.



¿Y toda esta explicación para qué?
Primero para entender el por qué de la cantidad de nuevas disciplinas terapéuticas que están surgiendo estos últimos años y cuál es su base, para que se tengan más argumentos para decantarse por una o por otra.
Segundo porque ya hay algunos resultados que indican que las técnicas que trabajan la regulación emocional podrían estar resultando ser mucho más efectivas en trastornos cronificados o de larga duración.


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