miércoles, 6 de febrero de 2019

¿Se puede ser feliz 24 horas?

Un nuevo enfoque de la inteligencia emocional

Hace algún tiempo estaba en la fase final de la terapia con un cliente, puliendo algunos detalles para darle el alta, cuando surgió el tema de cómo mantener el estado de bienestar que había conseguido alcanzar en esos momentos al resto de su vida.
La respuesta de esa pregunta pretende ser el contenido de este artículo y se basa en un desarrollo personal que he hecho sobre el concepto de inteligencia emocional.




Una definición tradicional de este concepto podría ser la capacidad de gestionar adecuadamente nuestras emociones que nos permita sentirnos mejor con nosotros mismos y en nuestras relaciones con los demás.
Sin embargo, definido así es un concepto poco operativo. ¿Cómo se le explica a un cliente de forma fácil a ser inteligente emocionalmente hablando?
Pues la respuesta es: simplificando.
Me planteé qué valores deberían primar en una persona para que el resultado de actuar respecto a los mismos tuviese los mismos efectos que conducirse con una buena inteligencia emocional.

Repasé los valores con los que suelo trabajar con mis clientes y traté de encontrar el conjunto de los mismos que, puestos en juego a la vez, permitirían a una persona comportarse como el perfecto modelo no solo de inteligente, sino de sabio emocional.



Al final los valores que seleccioné son:

  • Flexibilidad: la capacidad de plegarse a las exigencias de la vida, vivir fluyendo en vez de peleando.
  • Racionalidad: analizar los hechos de la forma más objetiva y realista posible.
  • Autoestima: quererse, aceptarse y perdonarse a uno mismo por encima de todas las cosas.
  • Asertividad: trasmitir a los demás lo que sentimos sin sentirnos mal por ello.
No son valores desconocidos, pero puestos en acción en conjunto son un buen camino a la felicidad permanente.
Trabajando esta técnica con varios clientes los resultados están siendo muy positivos. 

Ante cualquier situación debemos ser conscientes de que no podemos cambiar el mundo y seremos más felices aceptándolo como es con sus defectos e imperfecciones (flexibilidad), analizando las cosas lo más objetivamente posible no dejándonos ofuscar por nuestras creencias subjetivas (racionalidad), haciendo saber a los demás lo que sentimos y necesitamos de ellos de forma calmada y razonada (asertividad), aceptando que los demás puedan darnos una respuesta negativa (flexibilidad de nuevo) como algo externo y no sintiéndolo como un fracaso (autoestima).

Ser feliz supone empoderarnos de nuestro propio destino, aceptando que no podemos cambiar a los que nos rodean (flexibilidad), pero sí podemos negociar con ellos para tratar de conseguir lo que necesitamos (asertividad), tratando de que nuestras demandas y nuestras decisiones sean siempre las más adecuadas para nosotros (racionalidad) y perdonándonos cualquier error que podamos cometer en nuestro camino (autoestima).


No se trata de ser siempre flexible, racional, seguro y asertivo, sino de intentarlo. La felicidad siempre suele estar en el camino.





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